El Solsticio de
Verano Celta
El año es un círculo. La estación del invierno se vuelve
primavera; de ésta nace el verano y finalmente viene el otoño para completar
el año. El círculo del tiempo jamás se interrumpe. Su ritmo se refleja en el
día, que también es circular. Primero es el alba que nace de la oscuridad,
crece hacia el mediodía y decrece hacia el atardecer hasta que vuelve la noche.
El ser humano vive en el tiempo; por lo tanto, su vida es circular. Venimos de
lo desconocido. Aparecemos sobre la Tierra, vivimos en ella, nos alimentamos
de ella y llegado el momento volvemos a lo desconocido.
El verano es tiempo de luz, crecimiento y llegada. Uno
siente que la vida secreta del año se oculta en invierno, empieza a asomar en
primavera y termina de florecer en el verano. Así, el verano en tu alma es un
tiempo de gran equilibrio. Estás en el flujo de tu propia naturaleza. Puedes
correr todos los riesgos que quieras, que siempre caerás de pie. Hay
suficiente abrigo y profundidad de textura a tu alrededor para sostenerte,
equilibrarte y cuidarte.
Litha o Alban Hefin
Los antiguos celtas llamaban Litha o Alban Hefin a esta
fiesta de solsticio de verano (invierno en el hemisferio sur).Aunque sus
orígenes son oscuros, la palabra Litha designa una “rueda”, haciendo alusión
posiblemente al sol en su máximo esplendor. Esta fiesta se celebra a la
noche del 21 al 22 de junio en el hemisferio norte (21 al 22 de diciembre en el
hemisferio sur). La noche de la víspera del solsticio, los druidas encendían
fuegos circulares en lugares sagrados, cerca de fuentes de agua, que mantenían
vivos toda la noche y jugaban con antorchas, o encendían ruedas que hacían
rodar por pendientes. Lanzar desde una colina una rueda encendida representaba
el descenso del Sol que ese día estaba en el apogeo. El solsticio, que marcaba
el máximo poder el sol y el día más largo del año, también marca el momento en
el que la luz del Sol comienza a disminuir en el año por los seis meses que
siguen. Este acontecimiento forma parte del flujo incesante de toda la
naturaleza que declina a partir de un instante de plenitud. La fiesta
recomenzaba al amanecer, a la salida del sol del solsticio, haciendo sonar
tambores para animar al viejo sol a levantarse temprano y brillar en el día más
largo del año. Todas las fiestas en diferentes puntos del mundo la madrugada
del 24 de junio (o el 21 de junio en ciertos sitios) coinciden en celebrar el
instante en el que el Sol se hallaba en su máximo esplendor, cuando dura más
tiempo en el cielo y muestra su máximo poder a los hombres, el solsticio de
verano, el día más largo. Y la noche más corta. El triunfo de la luz sobre la
oscuridad. Una noche mágica.
Las hogueras de San Juan
Desde muy antiguo se encendían grandes hogueras en esa
noche. El fuego era protección para los hombres y los animales contra las
bestias feroces, aleja la noche y su misterio, proporciona luz, calor y ayuda a
cocinar los alimentos. Es purificador cuando quema lo que no queremos, es
renovador para los campos. El fuego es mágico.
Aunque la noche del solsticio es la del 21 de junio la iglesia adaptó la fiesta
pagana en origen, asociándola a San Juan Bautista. Es una noche en la que todo
puede suceder, cuando las hierbas tienen propiedades que todo lo curan o
espantan malos espíritus, las mozas encuentran novio y el amor no tiene
ataduras. Las brujas y las hadas campan a sus anchas, los tesoros escondidos
brillan y pueden ser descubiertos y quien coge en esta noche la hierba llamada
verbena (también valeriana y trébol) queda curado de todo mal o consigue a su
amor. Se salta el fuego para alcanzar la felicidad y se recuperan de las llamas,
las flores arrojadas por las jóvenes para guardarlas como talismanes…
Rituales
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La elaboración de ramos con rosas, saúco, hinojo,
torvisco, palitroques, hierba de San Juan, cardos y otras flores; lavarse a
medianoche en una fuente, riachuelo o el mar; frotarse la piel con el rocío
de la mañana; echar sal por encima de los tejados, saltar la hoguera, quemar
lo viejo… son algunos de los recursos más empleados por aquellos que buscan
la protección.
Desde la asociación
Anam Cara de Sada, os deseamos un feliz verano y que el eterno sol ilumine
vuestros corazones.
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(Parte de este
artículo ha sido tomado del libro Anam Cara (alma amiga en gaélico) de John
O’Donohue, que inspiró el nombre de nuestra asociación. Otras informaciones
sobre la festividad del solsticio, fueron recogidas de internet)
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