En la respiración hay dos mercedes,
una inspirar, la otra soltar el aire,
áquella colma, ésta refresca,
es la combinación maravillosa de la vida.
Goethe
Todas las lenguas antiguas utilizan para designar el aliento la misma palabra que para alma o espíritu. Respirar viene del latín spirare y espíritu, de spiritus, raíz de la que se deriva también inspiración tanto en el sentido lato como en el figurado. En griego psyque significa tanto hálito como alma. En indostánico encontramos la palabra atman que tiene evidentemente parentesco con el atmen (respirar) alemán. En la India al hombre que alcanza la perfección se le llama Mahatma; alma grande, aliento grande. La doctrina hindú nos enseña, que la respiración es portadora de la auténtica fuerza vital, el prana. En el relato bíblico de la Creación se nos cuenta que Dios infundió su aliento divino en la figura de barro convirtiéndola en una criatura "viva" dotada de alma.
El aliento no está en nosotros, sino que nosotros estamos en el aliento. Por medio del aliento, nos hallamos constantemente unidos a algo que se encuentra más allá de lo creado, más allá de la forma. La vida sólo se experimenta abriéndose a ella y dejándose inundar por ella. La respiración es el cordón umbilical por el que esta vida viene a nosotros. La respiración hace que nos mantengamos en esta unión.
La enfermedad como camino (T. Dethlefsen y R. Dahlke)